El pasado sábado 24 de febrero estaba programada una de las salidas a la montaña que periódicamente hacemos como actividad los sábados en la Comunidad de Can Puig. Iniciamos la salida a las 9,30 desde Can Puig. Salimos dos vehículos, ya que éramos ocho personas y dos voluntarios: Aleix y Quim (que son dos personas geniales).
Fuimos en dirección a Sant Cugat, para acceder a la AP-7 dirección Girona. Cogimos la C-17 en Granollers dirección Vic. Aleix, (yo iba delante) me iba explicando las rutas que hacen. Al Pasar por Parets del Vallés se divisaba ya el Turó que íbamos a subir, el cual era nuestro destino. Al llegar a Tagamanent como el coche que nos seguía iba algo atrasado, nos pasamos de salida con lo que nos hizo dar un poquito más de vuelta (la salida no deja en el mismo lugar que en el otro sentido). Tuvimos que buscar las indicaciones para el barri del Avencó, Lo vimos rápidamente y, oh error de nuevo, pero Aleix que ya conocía el lugar lo iba diciendo, NO AQUÍ NO ES, a lo que dimos la vuelta. Preguntamos a un hombre que pasaba y era al otro lado de la riera.
Aparcamos y realmente hacia un pelín de fresquito, pero agradable. Cogimos una pista de montaña. A los 20 metros estaba la Fita de la ruta que íbamos a seguir: la GR-5. Nos explicó la ruta y las marcas a seguir. Empezamos la travesía por un sendero de piedras, raíces levantadas, y naturaleza viva, con lo cual a mí personalmente, me empezó a cargar las pilas, pero me faltaba algo, un palo, un apoyo, un algo para asegurarme los pasos a dar. Si es cierto que la primera vez que nos encontramos de nuevo con la pista forestal yo iba asfixiado, ya iba con un palo pero era muy pequeño. Encontré otro que era muy pesado, pero le hice un apaño y seguí más o menos con él, incómodo, pero con la expectativa de conseguir otro.
Hacia las 11 decidimos que íbamos a desayunar, que era hora ya, que si no se nos juntaría mucho con la hora de comer. Nos sentamos en unas piedras y se almorzó, sin prisas, pero sin recreos. Alguno aprovechó para fumar. Yo sin embargo mi “preocupación” era otra, un palo mejor y eso hice, buscar. Encontré un palo seco de pino muy larga y seca, con lo que la amoldé, corté ramitas y lo tuve a mi medida y, la verdad que fue genial. Tampoco me fumé ese cigarro porque conozco mi cuerpo y sé que me mataría. O sea que maté dos pájaros de un tiro.
Retomamos el camino con mi nuevo apoyo. Pillé la delantera, y con un ritmo fácil fuimos subiendo a la vista del grupo, un sin parar de trisco arriba, piedras, raíces, bosque y esas cosas del monte.
Hacía los 20 minutos tuve que quitarme la chaqueta que llevaba, y estaba sudando por litros. Me avanzaron todos, pero sin problema. Bebí agua y a seguir. Con mis patas largas y mi buen palo íbamos bien. Decidí coger de nuevo ese ritmo cómodo. También es para mí un impedimento ir detrás de un grupo ya que mi zancada es algo más larga y me hace ir deteniéndome y eso es lo que hace que aparezca la fatiga, con lo que me volví a avanzar. Estaba feliz y eso es lo que me genera el bosque.
Sube que sube llegamos a un claro en el camino junto a una torre de luz. Allí había una ruina de una casa que se conoce como Puig-Agut. Allí los dos voluntarios nos señalaron nuestro destino que se avistaba muy bien desde allí.
Cabe decir que se veía cerca pero aún faltaba un buen tramo de sube que sube, trisca que trisca….
(Perdón, se me olvidó decir que donde almorzamos momentos antes Aleix nos llevó a una fuente que estaba seca que se llama la Font de l’Amargosa).
Seguimos de Puig-Agut, para tomar la pista hasta la siguiente Fita que señalaba la ruta. Venga de nuevo, casi una hora después llegamos a un cruce con un parquin y allí hicimos otra parada. Allí fue mi primer cigarro en la ruta de subida, cosa que noté en el pecho. Nos dimos unas risas con bromas de donde estaba la máquina de refrescos y quien la pagaba. Pasados unos diez minutos retomamos el camino: unas escaleritas y un camino algo más fácil que subía a un monasterio. Había un atajo que Quim lo cogió pero Aleix no, ya que tiene daño en la rodilla y nosotros tampoco estamos tan preparados.
Llegamos al monasterio de Sant Martí de Tagamanent, con unas vistas espectaculares.
Del Vallés, se avistaba el Tibidabo, Montserrat, la comarca de Osona, La Mola y por detrás se avistaba algo del Ripollés.
Allí hacia aire y fresquito. Además, amenazaba lluvia, con lo que decidimos empezar a bajar de forma tranquila por la misma vía, a lo que yo fue lo contrario: me quedé detrás. Mis pies no me permiten dar saltos y baches duros. Al poco, la amenaza de lluvia desapareció y paramos a comer. Bocatas, agua, fruta, café y además con postre dulce de los voluntarios: carquinyolis, melindros y chocolate de almendras para coger fuerza. Fue muy bien, llenamos la barriga, energía y a seguir camino para abajo por la misma ruta y de modo tranquilo. Yo fui andando con Quim, que me explicó alguna batallita de otras salidas, cosas que hace y demás. A la subida hablé poco por eso de mi capacidad pulmonar. A la bajada no callé, jejeje.
Llegamos a los coches. Les agradecí ese paseo y el buen rato pasado con los compañeros y con ellos. Me comprometí hacer este resumen y a volver a andar con ellos de nuevo. Nos montamos en los coches y empezó a llover desde allí hasta llegar a Can Puig de nuevo.
El tiempo nos respetó la salida y yo vine con muy buena energía positiva.
Gracias Compas y Voluntarios. Volveré a caminar con vosotros!
Dany